El chaval no debía tener más de trece años. Era un salvaje. Se le notaba en la postura, siempre a la defensiva y en aquella mirada obstinada y desconfiada; la misma que tantas veces había visto en los ojos de Frank. Los dos eran un producto típico de las calles de aquella brutal ciudad. La mujer le miró y amagó un gesto como para dirigirse a él, pero inmediatamente clavó sus ojos en el suelo.
Texto extraído del relato Caso resuelto, dedicado a Junior Wels e incluido en el libro Los días azules, de Manuel López Poy y Susi Anechina.
Dan Serracas
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