El 15 de abril de 1894 Bessie Smith viene al mundo en Chattanooga, Tennessy en 1894, año mayoritariamente aceptado por sus biógrafos y descendientes, aunque hay quienes mantienen que pudo nacer dos años antes. Su padre era un predicador que falleció cuando era muy pequeña y su madre no tardó en seguir sus pasos. A los nueve años la pequeña Bessie ya se ganaba en la vida cantando y bailando en la calle con uno de sus hermanos, Andrew, que tocaba la guitarra.
De ahí la rescató su hermano mayor para conocer mundo en la compañía de vodevil de Stokes, donde por aquel entonces la estrella era una mujer de aspecto imponente y voz grandiosa llamada Ma Rainey. En 1913, un año después de su debut, ya actuaba por su cuenta en el Atlanta´s 81 Theater. Luego vino el TOBA con sus giras tan interminables como ruinosas y más tarde los grandes teatros de Filadelfia, las orquestas más prestigiosas como la de Charlie Johnson y las salas de baile más elegantes. En 1923 se fue a Nueva York donde el productor Frank Walker decide apostar por aquella chica que había visto años antes en un club de Alabama y Bessie graba para Columbia ‘Down Hearted Blues’ que en los primeros seis meses vendió casi 800.000 copias y se convirtió en la estrella de la compañía. Pronto se convirtió también en la estrella afroamericana mejor pagada de su tiempo.
Pero la fortuna económica y el éxito artístico no traían aparejada la felicidad. Su vida sentimental es un absoluto fracaso y por si fuera poco, en 1929 la Gran Depresión arruina la industria musical y Bessie entra en ìcado hasta que el productor John Hammond, se hizo cargo de ella y la llevó otra vez a los grandes escenarios como el Teatro Apolo de Nueva York. Por esas fechas también recuperó la fe en el amor junto a Richard Morgan, tío de la estrella del jazz Lionel Hampton. Pero el 26 de septiembre de 1937, el coche que conducía Morgan se estrelló contra un camión y la cantante murió a las pocas horas. Durante muchos años se afirmó había muerto desangrada al haber sido rechazada en un hospital que no admitía negros. Uno de los primeros en esparcir esta truculenta leyenda fue el propio John Hammond. Al final resultó que nada de eso era cierto y lo unico segur, es que a los 40 años había muerto demasiado pronto una voz imprescindible.
Dan Serracas, con textos extraídos del libro Entre el cielo y el infierno, de Manuel López Poy.